Monday 30 April 2007

Veritas?


Hay ciertos temas en las columnas editoriales de periódicos de alta distribución y relativa calidad que recurren una y otra vez con la garantía de que serán leídos, recortados y referenciados mil veces entre los lectores incansables. Columnas que hablan sobre el peso y la aceptación, por ejemplo - o en el caso de los estadounidenses entre los meses de octubre y abril - op/eds acerca de aplicar y entrar en universidades.


Si es cierto que hay una facinación con este, que juzgo uno de los pocos rituales que permanecen en el camino a la adultez, se divide el foco en dos partes: hasta diciembre, son los truquitos para ayudarte a sobresalir. De enero en adelante, echan laureles a institutos menos conocidos, augurando el regreso triunfal del alumno integral. Feel-good articles, en su mayoría.

Pero lo que he encontrado este año en particular es una gran cantidad de artículos que explican la sobrepoblación de aplicantes a Ivies, y algo en la retórica me puso a considerar el fenómeno. Hablando con amigos y compañeros, se me hace más que obvio que en la era del after-school special, muchos crecímos con el mensaje "eres especial y puedes hacer lo que te propongas" quemado en la retina. Babeando como perros rabiosos, se pasan cinco o seis años de perro, tomando más clases, organizando una vida que requiere de una agenda hasta para mear. Y con todo y eso no entran. "no se sientan mal" vienen con la cantaleta "hace diez años yo entré con notas mucho mas mediocres, menos actividades y un exámen de admisión menos brillante"

El problema cultural es el siguiente - nos estamos empezando a dar cuenta. Un CV sobreinflado y una juventud pospuesta mientras se pulen las mentes mas brillantes, mil diamantes que no serán admitidos de todos modos. Y la gente se está arrechando, francamente.


Entonces ocurren varias cosas a la misma vez, en lo que promete ser una implosión del sistema meritocrático hasta donde se conoce: inflación de las notas (y oportunidades institucionales para "suplementarla"), una oficial - y necesaria - expansión de la elite, y un crecimiento de las mentes más precoces que comienza a darse cuenta que se les salió de las manos y que mejor ir a la piscina en el verano que joderse en un voluntariado de laboratorio.

Si se llego al zenith, se triunfó en todos los obstaculos y puto Harvard no abre la puerta. No solo eso, sino la proliferación de mejores académicos que se reparten mas allá de las clásicas casas de erudición seducidos por mejores sueldos y la ilusion de ser cabeza de ratón. Con el avance en telecomunicaciones no hay problema en mantener contacto con la imprenta en Nueva York, y de ahi una reacción en cadena que atrae a la nueva generación de intelectuales a radicarse lejos del noreste.

Si están perdiendo estatus los Yales todavía no se nota. Aceptando menos del 9% - casi todos bien calificados para los puestos - se excluyen quienes han dedicado sus últimos años a recibir un paquete grueso en abril. Mas alla de beneficiar a los institutos (que a 60 dólares por aplicación de paso se meten un dinerito) creo que esta uber-exclusividad va a marcar el descenso. De facto, se han recibido más becas como la Fulbright fuera de las ivies que nunca. Se publican mas libros y se reclutan mejores candidatos en universidades como U. Michigan, Duke y Amherst, pagando menos.

Hace tiempo, en un tren demasiado largo hacia Pennsylvania, concluí con una amiga que la próxima revolucion artística y cultural tenía que venir del medio de la nada. Las iluminadas metropolis culturales se ahogaban en su propio neón. En todo este tiempo pense que el único factor que lo determinaría sería el avance en comunicación digital, el acceso universal a cultura metropolitana, pero nunca se me ocurrió pensar en el factor migratorio. Boston se jodió por elitista y los puebluchos nos quedamos con los genios, lo que solo solidifica mi intuición.

Pero qué esperar después de graduados? O más pertinente aún, que dice ahí sobre la dieta de los pepinos?